Cultura

LA PASIÓN DE ÁNGEL MORA

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  • LA PASIÓN DE ÁNGEL MORA
  • Flavio Becerra

En México, ya se ha dicho en otras ocasiones, la constante para con su historia es el descuido y la destrucción.

En cuanto a las manifestaciones de su cultura popular, esta situación se agrava. En otras sociedades hay organizaciones que conservan y preservan los trabajos editoriales, originales o impresos, y han podido crear archivos hemerográficos y un mercado de coleccionismo que gira alrededor de ello.

Peor aún es el trato que se les da aquí a los autores de estas obras. Como todo asalariado en el país, su trabajo suele ser mal pagado y peor reconocido.

A veces no importa qué tanta fama hayan logrado sus creaciones: el riesgo de la desprotección rondan siempre.

Ahora le ha tocado comprobar esto a Ángel Mora, dibujante de historietas. Su creación más popular –aunque no la única- es Chanoc, que comenzó a publicarse en 1959 como revista y todavía hace una semana, aparecía en formato de tira los sábados en el periódico Milenio.

A sus noventa y tres años, Ángel Mora era hasta hace muy poco un incansable trabajador enamorado de su oficio que, además de su popular creación, entre otras muchas cosas participó con gran entusiasmo en los proyectos de la SEP de inicios de los ochenta encaminados a realizar una historieta de calidad. En 1981 ganó el Primer Concurso de Historieta con su magnífico El Tigre Automático.

Mora tiene aún muchas ganas de seguir diciendo sus cosas. Pero la mala fortuna ha hecho que hace un par de semanas sufriera una caída que le ocasionó un coágulo en la cabeza y le ha provocado demencia senil. De golpe, ha pasado de ser un lúcido y productivo a una triste condición de incapacidad.

Tiene un hijo y una nieta. Sus hermanos no le hacen caso, pese a que en el pasado él los ayudó mucho. Su hijo está en la precariedad, imposibilitado para ayudarlo. Su única fuente de ingresos era Chanoc en formato de tira semanal que el diario le publicaba.

Pese a todo, Ángel Mora puede considerarse un sobreviviente. Ha trabajado en el medio desde fines de la considerada Edad Dorada de la historieta mexicana y le tocó vivir sus periódicos resurgimientos y su decadencia hasta su lastimoso estado actual

Ya el hecho de ser el dueño de los derechos de su personaje lo colocan en una situación privilegiada.

Aunque no fue su creador inicial (la idea original fue del guionista Ángel Martín de Lucernay, quien falleció a los pocos números de iniciada la revista y su labor la retomó el escritor Pedro Zapiain), es indudable que Mora tuvo una decidida participación en el desarrollo y la evolución del personaje y sus comparsas.

Por contraste, podemos recordar el caso de su colega Sixto Valencia, quien desde 1963 diera su caracterización actual y más reconocible a la creación de Yolanda Vargas Dulché, el todavía famoso Memín Pinguín. Pese a lo azucarado de las declaraciones de la escritora y su insistencia por hablar de moral y valores, a Sixto Valencia siempre lo consideró como un mero empleado. La última vez que el Memín fue reeditado, Editorial Vid solo le pagaba al dibujante quinientos pesos por número de la revista.

Este personaje fue dibujado entre 1943 y 1953 por Alberto Cabrera, a quien parece que Vargas Dulché despojó de su parte de propiedad intelectual como dibujante. Sixto Valencia se vio embarcado en un largo y cansado proceso judicial. Previendo que su vida terminaría antes que el litigio, dispuso en su testamento como última voluntad que el pueblo de México fuera el dueño de la imagen que él había creado.

En ese testamento hay unos renglones que resultan conmovedores: “¡Gocenlo, úsenlo, utilícenlo como bien les venga en gana!, que por mi parte no puedo darles ya más, pero si creen que mi familia merece una retribución económica por lo que ustedes realicen, se los agradeceré eternamente. No se olviden de mi familia...”Y más adelante añade: “Como último favor: difundan lo que injustamente me hicieron, para que ningún abogado ni persona sin escrúpulos vuelva a abusar de los artistas y creativos; asesórence y nunca dejen de hacer lo que más les gusta, a pesar del resentimiento de la gente!”

Hoy, el proceso entre los herederos de Vargas Dulché y los de Sixto Valencia, fallecido en abril del 2015, está lejos de terminar.

Por su parte, los familiares y amigos cercanos de Ángel Mora se están organizando para, en lo inmediato, cuidar de él. Ha ingresado en una clínica y, para hacerse de recursos, han iniciado entre los amigos, colegas y coleccionistas, una venta de los originales que todavía se conservan.

Lo frecuente es que en el país, los dibujantes de historietas no tengan derechos sobre sus obras. Sus dibujos se entregan a la editorial que los contrata y una vez publicados, en el mejor de los casos los originales se almacenan por algún tiempo para después ser quemados o tirados a la basura. Así se han perdido periodos enteros de la creación historietística nacional.

Mora ha podido conservar para sí una pequeña parte de su trabajo, que por esta contingencia de salud se dispersará entre muchas manos. Ni hablar. Los bienes son para superar los males. Y pese a todo, esta es una buena ocasión para que el gremio de trabajadores de lo gráfico, los amantes de la historieta y cualquiera que así lo quiera den una muestra de apoyo y solidaridad.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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