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Del circo al refugio: los 33 tigres que vencieron al abandono en Hidalgo

Un antiguo basurero se ha transformado en un refugio para la vida silvestre.

Es un día caluroso. A lo lejos se escucha un rugido que estremece, y más cerca, un dromedario no duda en acercarse a olfatearnos, mientras un águila anuncia su vuelo con un graznido que resuena con fuerza.

No es la selva, ni la sabana africana. Tampoco es un zoológico, pero tiene una particularidad: resguarda más de 130 especies de animales, algunos de ellos en peligro de extinción, provenientes de circos o decomisos realizados por autoridades ambientales.

Además, es el srefugiode tigres de Bengala más grande de América Latina.

Se trata del Centro de Conservación Animal y Parque Ecológico Tekuayán, en Tizayuca, Hidalgo. Un centro de rescate y conservación de animales salvajes que anteriormente fueron utilizados como parte de espectáculos, y que ahora sobreviven gracias a la conciencia sobre la necesidad de preservar a quienes, durante la primera década del siglo XXI, fueron estrellas de las carpas.

¿Tigres en un basurero?

El lugar donde hoy se encuentra el parque no siempre lució como ahora.

Al llegar, somos recibidos por un hermoso cerro verde, en cuya cima se ha plantado un vivero con especies endémicas de esta región del país, y algunas consideradas raras.

Las lluvias recientes han hecho su parte, y la vista que ofrece esta postal… es, por decir lo menos, increíble.

Sin embargo, en otro tiempo —y debido a que el predio está en la periferia del municipio de Tizayuca—, el sitio era, ni más ni menos, que un basurero al aire libre, donde las únicas especies que se reproducían eran roedores portadores de enfermedades, algunos perros y gatos, y animales carroñeros que se alimentaban de los desechos.

No hace falta describir el hedor característico de un tiradero a cielo abierto, que además representaba un foco de infección y, por ende, el peor lugar para vivir. Hoy, con el crecimiento del municipio, se observan predios residenciales alrededor de un parque verde que, en lugar de malos olores, dota de oxígeno a la zona.

Tekuayán —cuyo nombre en náhuatl significa “lago artificial, animal salvaje y refugio”— es testimonio del interés de las autoridades de este municipio colindante con el Estado de México por el planeta y por la reconversión de un antiguo muladar en un próspero centro de rescate y conservación animal, además de un jardín botánico que ha devuelto la vida al lugar.

Su reapertura el 9 de octubre de 2021 —pues el proyecto inició en 2015 y enfrentó algunos problemas al comienzo— significó un claro ejemplo de que es posible transformar un entorno en beneficio del ambiente y de los animales, muchos de los cuales pudieron tener un destino fatal, ya fuera por la prohibición del uso de animales en circos o por su posesión ilegal.

Más allá de los tigres, Tekuayán es hogar de diversas especies en peligro de extinción rescatadas
Tekuayán es hogar de más de 130 animales rescatados del maltrato y la ilegalidad. (Foto: Miguel Puértolas)

Un hogar felino ideal para reproducirse… lejos de la India

Con una extensión de 10 hectáreas, Tekuayán alberga a más de 130 ejemplares, de los cuales 20 provienen directamente de los circos.

Estos fueron adquiridos por el municipio con un objetivo más ambicioso que montar un zoológico: crear un refugio para estas especies.

Trece de ellos son tigres de Bengala, y hoy suman ya 33: 20 han nacido y se han desarrollado en cautiverio bajo condiciones óptimas.

Tigres, leones, monos, aves y camellos habitan el centro de conservación Tekuayán, ubicado en lo que antes era un tiradero de basura en Hidalgo.
El proyecto de conservación ha permitido el nacimiento de 20 tigres dentro del parque. (Foto: Miguel Puértolas)

El más joven es Darién, un tigre de apenas dos años que ya luce como cualquier adulto de su especie, aunque una fotografía en las instalaciones del centro recuerda que alguna vez fue cachorro.

La imagen muestra la tierna mirada de un felino de apenas unos meses, pero al verlo ahora —con sus aproximadamente 200 kilogramos de peso—, los únicos que se atreven a acercarse a él son sus cuidadores.

Darien vive solo en un espacio especialmente diseñado para ofrecerle una calidad de vida ideal en cautiverio, una calidad que también ha permitido que en la manada de estos fieros —pero al mismo tiempo majestuosos— felinos, haya ancianos honorables de hasta 25 años.

Todo un récord, si se considera que en libertad los tigres viven en promedio cinco años, debido a las peleas mortales entre ellos, la caza furtiva y la destrucción de su hábitat.

—¿Por qué está solo? —preguntamos a Alejandro Rojas, director del parque, quien responde con la sonrisa de quien conoce perfectamente a la fauna del lugar:

“Normalmente los tigres no pueden convivir con otros, son muy territoriales, a diferencia de los leones. Por eso hay algunos que están solos; los que están acompañados es porque son hermanos. Si juntamos dos tigres que no son de la misma manada, se pelearían. Esta pelea sería hasta que uno de los dos muera”, dijo.

A tres espacios de Darién se encuentran Shiva y Krishna, dos hembras entre los seis tigres blancos del parque. Nos observan a pocos metros de distancia, recostadas sobre enormes piedras donde toman el sol. Sus nombres evocan el origen de su especie: la India, donde el tigre es el animal nacional de Bangladesh.

Los tigres blancos son extremadamente raros en la naturaleza. No son una subespecie distinta ni albinos; son, en su mayoría, tigres de Bengala con una mutación genética específica —leucismo— que les da su característico pelaje blanco cremoso, ojos azules y rayas negras o grises, nos explica su cuidador. Al verlas plácidamente echadas bajo el sol, recuerdan a esos grandes peluches de los centros comerciales.

Tekuayán alberga a 33 tigres de Bengala, muchos nacidos en cautiverio tras ser rescatados de circos y decomisos
Shiva y Krishna, tigres blancos del refugioTekuayán. (Foto: Miguel Puértolas)

A las dos hembras las acompaña Gala, un tigre rojo que, según nos explican, no es raro, pues no surge de una mutación genética. Eso sí, se ve “algo llenita” porque, al ser asegurada por las autoridades, se determinó que estaba sobrealimentada por su antiguo dueño. Y aunque parezca inofensivo, la obesidad representa un caldo de cultivo para diversas enfermedades en cualquier mamífero.

Pero eso no significa que los reyes de Tekuayán coman poco. Tienen un chef a su servicio que les prepara una dieta diaria basada en pollo, carne de res y algunos vegetales. El menú: un bufet de un cuarto de tonelada al día para mantenerlos bien alimentados. Cada tigre consume entre seis y ocho kilogramos de carne diariamente.

“Los alimentamos principalmente a base de pollo y carne. Cosa curiosa, porque a estos les gusta más el pollo que la carne, pero les damos una dieta balanceada”, nos dice el director del parque.

Como si fueran gatos en colonia, los tigres se dejan ver descansando a la sombra, tomando el sol, bañándose en las fuentes —¿quién dijo que a los gatos no les gusta el agua?— o devorando un buen pollo para ejercitar la mandíbula.

De la farándula a la preservación

Este bioparque destaca especialmente por su Centro de Conservación Animal, considerado único en América Latina no solo por albergar a los tigres de Bengala, sino también por la presencia de un camello salvaje, otra especie en peligro de extinción.

La sección dedicada al rescate incluye un jaguar, monos araña, papiones sagrados y otros vecinos que también se cuentan por decenas: las llamas peruanas, entre las que asoma una pequeña cría recién nacida con una mirada que remite al célebre meme “Ola ¿ke ase?”.

Los visitantes pueden observar a los animales durante sus baños de sol, parte esencial de su rehabilitación, y presenciar el trabajo de biólogos y veterinarios. En ocasiones, incluso se permite al público interactuar con algunos ejemplares, proporcionándoles alimento bajo supervisión.

¿Pero en qué momento llegaron ahí? Todo comenzó cuando se prohibió el uso de animales en circos en México, medida que se implementó gradualmente, primero en municipios y estados, y finalmente a nivel federal.

A nivel nacional, la prohibición se formalizó con reformas a la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, y a la Ley General de Vida Silvestre, publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 9 de enero de 2015.

Se tiene registro de que un circo mantuvo temporalmente a sus animales en bodegas en Tizayuca por aplicación de dicha ley. Posteriormente, la localidad de Tepojaco se convirtió en un "depósito" de animales tras la prohibición de su uso en espectáculos en la Ciudad de México en 2014. De ahí surgió la necesidad de contar con un espacio donde su destino no fuera trágico.

En 2015, las autoridades municipales aprovecharon el remate de animales circenses e invirtieron un millón 750 mil pesos para adquirir 77 ejemplares, que fueron exhibidos en el entonces Ecoparque Tizayocan, hoy Tekuayán.

En ese momento, el presidente municipal Juan Núñez Perea explicó que se habilitaría un Centro de Rescate Animal en una extensión de 13 mil metros cuadrados, para recibir tigres, camellos, oseznos, llamas y otras especies, como consta en una publicación de Notivox de ese año.

Y es que el destino de los animales de circo tras la prohibición fue incierto y, en muchos casos, poco claro. Se evidenció una falta de seguimiento oficial para saber dónde terminaron todos los ejemplares excluidos del mundo del espectáculo.

Una de las críticas más fuertes por parte de ambientalistas fue precisamente la ausencia de un plan integral y de supervisión eficaz por parte de autoridades como Semarnat y Profepa.

De hecho, la legislación no obligaba a los dueños de circos a reportar el destino final de sus animales, lo que dificultó establecer cifras precisas sobre cuántos fueron afectados y su paradero final.

Se sabe que algunos fueron vendidos a ranchos de caza o a particulares —a menudo por precios muy bajos— lo que generó preocupación sobre su bienestar. Otros fueron donados a zoológicos o centros de conservación en México y, en algunos casos, al extranjero, como santuarios en Estados Unidos.

El inquilino de Black Jaguar

Entre los recintos de tigres hay uno que destaca por una melena brillante. Se trata de un león, que pese a su imponente figura ya acusa el paso de los años: su mirada es nostálgica y ha perdido varias piezas dentales, esenciales para su alimentación y supervivencia. Aun así, luce mucho mejor que cuando llegó procedente de Black Jaguar.

“Es un león viejito, tiene 23 años. Ellos viven en cautiverio hasta 25. Lo que ha hecho el parque es darle otra oportunidad y una mejor calidad de vida. Él viene… no sé si recuerden el caso de Black Jaguar… venía en muy malas condiciones. Había leones en mejor estado que él. Llegó sin pelo, con un cuadro severo de desnutrición, sin melena… y ahorita ya lo ven, está mucho mejor”, nos cuenta su cuidador.

El caso de la fundación Black Jaguar-White Tiger (BJWT), ubicada en el Ajusco, al sur de Ciudad de México, fue un escándalo de maltrato y abandono animal que conmocionó al país y al mundo en julio de 2022. El predio albergaba leones, tigres, jaguares, pumas, leones blancos, primates, coyotes y perros, muchos provenientes de circos o decomisos. Se llegó a decir que poseía hasta 600 felinos.

Un león rescatado del caso Black Jaguar-White Tiger, que conmocionó al país en 2022, vive ahora sus últimos años en el refugio animal Tekuayán, en Tizayuca
León rescatado de Black Jaguar habita el centro de conservación Tekuayán, en Hidalgo. (Foto: Miguel Puértolas)

Una ex trabajadora, junto con activistas, reveló la cruda realidad del lugar. Las imágenes difundidas mostraban felinos famélicos, deshidratados, con heridas graves, mutilaciones en colas (algunos por canibalismo debido al estrés y la hambruna) y un estado general deplorable. Se supo que en el predio se habían enterrado más de 100 animales.

Símbolo de poder

Otro de los espacios del parque alberga una de las especies más majestuosas de la fauna nacional: el jaguar, el felino más grande de América y el tercero más grande del mundo, solo detrás del tigre y el león. Es un depredador ápice, en la cima de la cadena alimenticia en su hábitat.

El jaguar fue un ser de gran simbolismo en las culturas mesoamericanas. Considerado deidad, fue símbolo multifacético de poder, misterio y conexión con el mundo espiritual e inframundo. Sus atributos lo convirtieron en figura central en la cosmogonía e iconografía de múltiples civilizaciones.

En Tekuayán, este hermoso ejemplar puede contemplarse en solitario, desplegando toda su majestuosidad.

Más que solo felinos

Cada uno de los habitantes de Tekuayán tiene una historia.

No todos provienen del maltrato: algunos fueron sorprendidos en zoológicos privados o en posesión de personas que no estaban autorizadas para tenerlos, simplemente porque la ley lo prohíbe.

Tal es el caso de los periquitos verdes que se mantienen bajo sombra y se alimentan con una dieta variada de semillas.

A la entrada del parque, un camello salvaje —en peligro de extinción— no duda en mirar con curiosidad al visitante que le toma una infinidad de fotografías, incluida la selfie de rigor.

El parque ecológico Tekuayán, en Tizayuca, protege animales como el camello salvaje, dromedarios, zopilotes, periquitos y papiones sagrados.
Camello salvaje rescatado se refresca en el refugio Tekuayán, en Tizayuca. (Foto: Miguel Puértolas)

Mientras tanto, el cuadrúpedo chapotea en una pileta para refrescarse. No muy lejos, su compañero, un dromedario, convive con otros paseantes a quienes se les invita a darles una porción de comida, que estos mamíferos no están dispuestos a rechazar.

En una enorme jaula de varios metros de altura nos observan con desafío dos aguilillas y un zopilote, que al paso de los visitantes se voltea mostrando sus enormes alas, sin dejar de mirar fijo el horizonte, uno que —no cabe duda— algún día conquistó.

Por cierto, nos desmienten la creencia popular de que estas aves se alimentan de carne podrida. Nos explican que, en realidad, se aprovechan del despojo dejado por otros cazadores: no cazan, pero sí se alimentan del trabajo ajeno.

El Centro de Rescate Animal Tekuayán solo abre sus puertas los fines de semana, sábados y domingos, para evitar que los animales se estresen. La única manera de recorrerlo es mediante visitas guiadas, ya que está estrictamente prohibido alimentarlos con golosinas u otros productos que suelen llevar los visitantes.

Una experiencia imborrable

Sumergirse en este mundo de preservación de especies invita a la reflexión y permite reconocer el gran esfuerzo de un espacio como Tekuayán, operado por el municipio de Tizayuca. Un sitio poco conocido, pero fundamental para evitar la desaparición de especies en peligro de extinción.

Una vida digna —que todo ser vivo merece— se encuentra aquí. Y para muchos de los animales que habitan el parque, las únicas opciones eran el cautiverio y la recuperación o la muerte, esa que nadie desea, llena de sufrimiento y lejos, muy lejos de su hogar.

El bioparque Tekuayán se encuentra en el kilómetro 46 de la carretera Zumpango–Tizayuca, en el estado de Hidalgo. Abre al público de sábado a domingo, en un horario de 9:00 a 17:00 horas.


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Miguel Ángel Puértolas
  • Miguel Ángel Puértolas
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