Gioconda Belli (Nicaragua, 1948) vive exiliada en España desde hace años. La dictadura en Nicaragua le arrebató todo; la revolución sandinista por la que luchó terminó expulsándola en 1975 y aun así, dice: “Aunque un sueño no haya funcionado, no quiere decir que no se puede soñar otra vez, hay que desenvainar la imaginación”.

En su nueva novela, Un silencio lleno de murmullos (Seix Barral), narra la historia de una madre y una hija marcadas por el sueño revolucionario. Valeria fue activa en los cambios políticos de Nicaragua. Tras su muerte en Madrid, en soledad, su hija Penélope viaja a España para ocuparse de lo necesario. Ella se enfrentará a secretos familiares y conocerá situaciones de su madre, quien vivió el auge y caída del sueño revolucionario.
¿Es la historia de amor entre una madre y su hija?
"Sí, así lo veo. Ahora que lo dices, me parece que acertaste. Es una historia de amor y una historia de esperanza. Porque es bien dura la situación que viven tanto la madre como la hija. Pero lo que prueba es que el amor trasciende esos vacíos y esas separaciones que también son parte de la vida y cuando las personas logran tener la oportunidad de entender al otro, que es el caso de Penélope, que entiende a la madre a través de esa “extraña” situación que le pasa cuando se queda confinada en la casa de la madre durante la pandemia".
¿Qué le toca vivir?
"Es una historia de intriga y pienso que las personas que agarren ese libro no lo van a poder dejar porque tiene un anzuelo que es ver cómo llega Penélope a la profundidad de la experiencia de la madre, de lo que le dolió: ¿qué otra cosa sucedió?, ¿a qué la obligó la revolución? Y dentro de eso, la fe y la confianza en que las cosas pueden cambiar y que, aunque un sueño no haya funcionado, no quiere decir que no se puede soñar otra vez".

¿Explorar esos laberintos familiares fue doloroso?
"Para mí fue bien sanador, yo quería reconocer también esa parte mía. Es una novela de ficción pero hay mucha de mi propia experiencia volcada en ese libro. Quería reconocer lo que mis hijas hicieron, reconocerles lo que ellas pasaron, que se dieran cuenta de que yo no había sido ajena a lo que ellas pensaban, a lo que sentían, porque uno tiene que reconocer qué decisiones de la vida personal afectan".
¿De qué se dio cuenta?
"Por ejemplo, siempre tuve la noción de que no me importaba mucho el presente, en lo que estaba metida era en el futuro. Yo quería cambiar el futuro de mis hijas, quería entregarles un país donde no pasaran las cosas que pasaban en el país donde yo había nacido y crecido. Entonces, así justifico yo a la madre también: Valeria quiere cambiar el país para la hija, tiene un pasado revolucionario y en ese proceso también la hija sufre porque esa es la contradicción más grande que tenemos las mujeres: se nos mete en la cabeza, se nos enseña que una mujer ideal debe ser la madre abnegada, sufrida, etcétera. No es que seamos malas madres, creo que amamos a nuestros hijos pero también creo que el amor necesita darle al hijo la capacidad de ver el derecho que tiene la madre también de buscar su propia felicidad y que un ser humano no está 100 por ciento al servicio de otro, que siempre debe existir ese espacio para que cada uno se desarrolle por sí mismo".
¿Por qué la relación entre madre e hija es constante en la literatura?
"La novela tiene una construcción mucho más compleja, pero sí, siempre ha sido motivo literario por mucho tiempo y yo quería curarme también de la desilusión de la revolución pensando en lo que había dejado en mucha gente. Para muchos esa fue nuestra experiencia más intensa de vida y no podemos renunciar a lo bueno que vino con todo eso para nosotros como personas".
¿Cómo fue abandonar su madre patria?
"Yo fui obligada y, en este caso, al no dejarme regresar a mi madre patria, nos quitaron todos nuestros bienes, no solo a mí, también a mi hijo y mi hermano. Y es bien duro ver lo que está pasando en Nicaragua, los abusos que se cometen, la arbitrariedad, tener una constitución ahorita que se la sacaron de la manga para justificar todas las cosas que están haciendo; pero imagínate poner una copresidenta en la constitución, es una locura".

Sobre el exilio, Trump emprendió políticas al respecto. ¿Qué opina?
"Tengo un poema que se llama “Tiene patria el dolor” y digo que el dolor y la patria también es la solidaridad. Que nosotros hacemos patrias y que uno, al abrirle la puerta de su patria a una persona que lo necesita, es una cualidad humana muy importante. Y están tratando de abusar de una de las cosas humanas más detestables, que es el individualismo concentrado, que no podamos pensar más que en nosotros mismos. Creo que el entregarse a otros sueños, a otras cosas, nos salva como seres humanos".
¿Qué podemos hacer para cambiar?
"Nos urge volver a soñar, nos urge desenvainar la imaginación otra vez, porque estamos como paralizados. O sea, que los únicos discursos que están atravesando nuestra vida son bien negativos, mentirosos, entonces tenemos que recuperar la palabra, el discurso y la esperanza".
Gioconda Belli dice que le gusta mucho leer MILENIO y que espera visitar Ciudad de México en noviembre, aprovechando que asistirá al Festival Internacional Letras en San Luis Potosí.