Comunidad

Dos años entre cenizas: familias de Lagos de Moreno esperan la verdad sobre sus cinco desaparecidos

Cinco familias de Lagos de Moreno, Jalisco viven el día a día en la incertidumbre, esperando resultados que no llegan

“Nos encontramos exactamente igual que ese 11 de agosto de 2023, pues no sabemos nada en concreto”. Así lamenta Armando Olmeda, padre de Roberto, uno de los cinco jóvenes desaparecidos aquel día en Lagos de Moreno, mientras sigue el vaivén de unos huesos calcinados.

Los restos fueron hallados en la ladrillera nueve días después de la desaparición de los amigos, el 21 de agosto. La Fiscalía de Jalisco confirmó que se localizaron en la colonia Orilla del Agua.

El 24 de octubre de ese año, el entonces coordinador general estratégico de Seguridad del estado, Ricardo Sánchez Beruben, aseguró que había una “alta presunción” de que pertenecieran a Roberto Olmeda, Diego Lara, Jaime Martínez, Uriel Galván y Dante Cedillos. Sin embargo, esa “alta presunción” se ha diluido con el paso de los dos años de ausencia.

Cinco familias viven el día a día en la incertidumbre, esperando resultados que no llegan.

Para Armando, esa es la mayor omisión de las autoridades. Los restos no han sido analizados, pese a la promesa de enviarlos a la Fiscalía General de la República (FGR) con el argumento de que el grado de calcinamiento impedía su procesamiento por el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses. Hasta la fecha, siguen en Jalisco.

“Dijeron que sí, que ya estaba el documento donde decían que se iban a recibir, pero no nos decían cuándo. Entonces yo siento que es una omisión más sobre las cosas… Como la mayoría de cosas las ven conmigo sobre el caso de los cinco, porque es la misma carpeta, pues no tengo ninguna noticia de que hayan sido enviados. Yo digo que no han sido enviados y, si no han sido enviados, ¿cómo los analizan?”, cuestiona.

El 31 de julio, la vicefiscal en Personas Desaparecidas, Blanca Trujillo, confirmó las sospechas de Armando: los restos siguen en Jalisco, sin análisis ni dictamen. Mientras tanto, dijo entonces, seguían los trabajos de búsqueda: “Se hicieron algunos operativos”. Nada más.

Notivox solicitó información a la FGR sobre el caso, pero tampoco hubo respuesta.

Una posibilidad que se esfuma

Cuando los restos humanos son sometidos a altas temperaturas, el ADN se fragmenta y, en el caso de huesos, la matriz ósea se cristaliza, lo que dificulta su extracción para una confronta genética. Una temperatura de 300 grados puede destruirlo por completo, explica Ana Elizabeth González Santiago, doctora en Genética del Departamento de Ciencias Biomédicas del Centro Universitario de Tonalá, de la Universidad de Guadalajara (UdeG).

“En ese proceso de cristalización puede pegarse literalmente al ADN y hacer difícil extraerlo, aparte del proceso de degradación”, precisa.

Si entre los restos hay piezas dentales, las probabilidades de obtener ADN aumentan, incluso si han sido expuestas a altas temperaturas. Según el perito forense Helix Iván Barajas Calderón, de la empresa Medicina Legal y Forense (MELEFO), un diente puede soportar hasta mil 100 grados.

Restos que se encontraron cerca de la zona donde fueron vistos por última vez los jóvenes, siguen en Jalisco sin análisis ni dictamen
Los restos óseos calcinados presentan mayores complicaciones para ser analizados (Foto: Cortesía Fiscalía)
“Lo que es más viable es en piezas dentarias. La pulpa dental es la parte donde tenemos el ADN y también ahí el alto grado de exposición para degradarse este ADN es hasta los 300 o 500 grados, pero también hasta los mil 100 grados es cuando se destruye por completo y ya no podemos acceder a nada de ADN por la pulpa dental”, explica.

No obstante, con restos óseos calcinados se pueden realizar hasta cinco procesos de extracción y, aun así, no hay garantías de éxito. 

“Es muy variable; depende también de cómo se obtuvieron las muestras, de hacer muchos procesos de validación y, aun con procesos de validación, hay veces que no es posible la identificación”, detalla González Santiago.

Una espera que se alarga

Las familias aún enfrentan meses —o incluso años— de espera para conocer el resultado de los análisis. Una vez que los restos sean enviados a la FGR, el tiempo estimado para obtener ADN de un fragmento calcinado es de entre tres y seis meses.

Según la académica de la UdeG, todo dependerá de la calidad de la muestra y de la carga de trabajo del laboratorio: 

“Más de tres meses y eso teniendo todo, supongamos que la muestra haya salido de calidad y no que haya tenido que hacerse un cuarto o quinto proceso de extracción… Es muy variable, dependería de la carga de trabajo de cada laboratorio, pero algo razonable podrían ser seis meses, siempre y cuando tengan la cantidad suficiente porque realmente se recuperan cantidades muy bajas y mayormente dañadas”.

A esos seis meses se suman, al menos, dos más para la confronta genética.

Helix Barajas, quien trabajó en el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses de 2014 a 2017, asegura que la tardanza en enviar los restos a Ciudad de México puede deberse a falta de compromiso, exceso de trabajo o escasez de insumos.

“La falta de compromiso de las instituciones gubernamentales para dar resultados a la ciudadanía jalisciense es fundamental, pero también entiendo que hay que sensibilizarnos un poco ante el exceso de trabajo, la falta de insumos, de recurso humano e infraestructura que padecen las instituciones públicas”, lamenta.

Restos que se encontraron cerca de la zona donde fueron vistos por última vez los jóvenes, siguen en Jalisco sin análisis ni dictamen
Jalisco registra varios predios con restos y ocupa los primeros lugares en desapariciones (Foto: Cortesía Fiscalía)

Un retraso que mantiene la esperanza

La difusión del video en el que se veía a los cinco amigos hincados, amordazados y torturados, así como el hallazgo de restos óseos calcinados, no han mermado la esperanza de sus familias.

“Hasta no saber plenamente, que nos confirmen ellos que son ellos, estamos con la ilusión, con la esperanza de que se los hayan llevado a trabajar como lo han hecho ellos, como los han reclutado en muchas partes”, dice Jaime Galván, padre de Uriel.

El retraso del análisis de los huesos ha extendido la incertidumbre, pero también la fe: “Yo sigo teniendo desde ese día un alto porcentaje de esperanzas, de esperanzas de que pudiese andar por ahí. ¿Por qué me baso en eso? Pues porque no me han demostrado lo contrario”, comparte Armando Olmeda, padre de Roberto.

Ahora, solo piden a las autoridades que no los olviden hasta obtener una respuesta clara sobre qué pasó con sus hijos. Con el esperado envío de los restos a la FGR, confían en dar el último paso hacia la paz: 

“Todavía confiamos en ellos porque sí nos han ayudado, pero yo pienso que a medias nos han estado ayudando. Queremos más apoyo por parte de ellos, ellos tienen la autoridad y los medios para recuperar a mucha gente que quizás la traen por ahí”, afirma Juan, padre de Jaime.

El lugar del consuelo

Desde el Mirador de San Miguel, los padres contemplan el mural con los rostros de los cinco jóvenes. Diego, Uriel, Roberto, Jaime y Dante acudían a este sitio desde que eran niños. Pasaban horas observando, desde lo alto de Lagos de Moreno, el futuro que les esperaba en su tierra natal, sin saber que también sería el lugar que los arrebataría de sus familias.

“Era algo muy cotidiano para él. Desde niño asistía mucho aquí al mirador. Tenía muchos recuerdos… Los sientes que están todavía aquí”, dice con voz entrecortada Jaime, padre de Uriel.

El lugar se ha convertido en refugio y abrazo para las almas de los padres. Sobre el suelo de adoquín color rojizo, el tiempo parece detenerse y, aun en el más profundo silencio, se conserva el eco de sus risas.

“El hecho de estar aquí es precisamente para que vean, para que escuchen que aquí estamos. Como madre, hasta el día en que me muera, no voy a dejar de alzar la voz, de decir que aquí estoy esperando a mi hijo... Yo quiero pensar que él sigue, y casi siempre hablo en presente. Digo: él está aquí, en todo”, expresa Ana María Miranda, madre de Jaime.
Restos que se encontraron cerca de la zona donde fueron vistos por última vez los jóvenes, siguen en Jalisco sin análisis ni dictamen
El lugar se ha convertido en refugio y abrazo para las almas de los padres (Foto: Dalia Rojas)

La ausencia pesa en los cinco hogares. El enorme vacío de los hijos desaparecidos se siente todos los días, pero en esta fecha duele más.

En la casa de Uriel, todavía lo esperan con tristeza. Sus pertenencias permanecen en su cuarto. Sus dos hermanos lo extrañan y sus padres viven con miedo.

“Te cambia completamente. Vives de forma diferente, tratas de forma diferente. Yo tengo un hijo de 14 años y los afectas porque estás sobre ellos... ¿Con qué confianza los dejas salir tarde? No los dejo salir, estás atrás de ellos. Quieres andar con ellos y, pues no, ellos tienen que seguir su vida; son jóvenes y tienen que vivir”, reflexiona el padre de Uriel.

En la familia de Jaime —o Jaimito, como le decían por ser el más pequeño— el panorama es similar. Uno de sus hermanos “no ha podido con esto, no puede y se me cae”, relata su madre, quien enfrenta el dolor para velar por sus hijos. “Para mí eso es lo que me hace levantarme y decir: yo aquí voy a estar, porque no nada más estoy esperando a mi hijo, tengo por todos los demás que estar bien”.

Jaime trabajaba en la lonchería de sus padres y organizaba eventos para fiestas. En su tiempo libre practicaba box y futbol. “Su sueño grande era ser futbolista profesional y brillar”, recuerda su madre. “Siempre que me veía me decía: ‘No mami, cuando yo ya esté en las altas, yo te voy a comprar tu casota, como tú la quieres’. Y soñaba, soñaba… A lo mejor aquí no se pudo y, si ya está en el cielo, a lo mejor desde allá nos está anotando los goles”.

OV​


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