Cuando la vida se observa a través del lente microscópico, revela un universo brillante, vibrante y lleno de movimiento; cualidades que también definen a Annie Pardo Cemo. Es bióloga. Es doctora. Es abuela. Es bisabuela. Y también es historia viva.
La mujer figura entre el dos por ciento de científicas más citadas del mundo, con más de 180 publicaciones y 25 mil citas académicas. Fundadora del primer posgrado en Biología Celular en la UNAM. Profesora emérita durante más de medio siglo. Una de las científicas más influyentes del planeta, según la Universidad de Stanford.

¿Quién es Annie Pardo?
Pero detrás de los títulos, los congresos y las batas blancas, hay una mujer que a los casi 85 años sube y baja escaleras, pese a los achaques propios de la edad, aunque le duela la espalda.
#Pinoeras | Ella es Annie Pardo, la bióloga mexicana que figura entre las científicas más influyentes del mundo
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Hay una madre que cada día enciende la televisión y, entre cifras y discursos de La Mañanera, se pregunta si su hija —la primera mujer presidenta de México— comió bien o si logró dormir lo suficiente.
En una conversación profunda, sincera e inspiradora. Annie Pardo participó en el primer episodio del podcast Fieras y Pioneras, de Grupo MILENIO, conducido por las periodistas Claudia Solera, Janet Mérida y Cinthya Sánchez.

Origen de la científica
Annie nació en un hogar lleno de literatura, música, las recetas —que aún conserva— de su abuela Esther, el aroma del café turco y las conversaciones llenas de sabiduría antigua.
“Siéntate aquí”, le decía su abuela cuando iba a visitarla a su pequeño e impecable departamento. Encendían un cigarrillo, compartían el café, hablaban de sueños.
Fue la nieta mayor, y la relación con su abuela Esther fue de una segunda madre. La recuerda como una mujer bajita y luminosa, amante de la literatura, —aunque no era la cuidadora oficial de sus nietos— siempre tenía tiempo para una charla profunda.
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Tal vez fue ahí, entre tazas de café humeante y confidencias, donde germinó su pasión por observar la vida con lupa, aunque la ciencia aún le parecía un mundo lejano.
“En esas conversaciones mi abuela me preguntaba sobre cuáles eran mis ambiciones, por qué quería estudiar tal o cual cosa”.
Annie suele decir a sus nietas y bisnietos: "Ojalá me recuerden como yo a mi abuela, con mucho amor”.

Curriculum de Annie Pardo
A los 16 años entró a la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Muy joven. Dudaba entre el teatro, la música, la filosofía. El piano le apasionaba. Soñaba con ser concertista.
“Una de las cosas más difíciles en la vida es escoger qué carrera vas a estudiar, porque significa renunciar a muchos otros sueños”, afirma Annie.
▶️ #Pinoeras | “A mí me gustaba mucho el teatro”: Annie Pardo, bióloga mexicana, nos habla sobre las pasiones a las que renunció para ser científica
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Pero fue un buen maestro de educación básica —como casi siempre sucede— el que la llevó por el camino de la biología. Su padre le sugería estudiar química, “para que al menos tengas trabajo”, tal vez en alguna farmacéutica. En esos años, casi nadie hablaba de biología, pero ella eligió la vida microscópica.
Y no sólo eligió la ciencia: eligió cambiarla. Revolucionó la concepción que se tuvo sobre la fibrosis pulmonar por más de medio siglo.
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La investigación experimental, incluso con tres hijos, fue su campo de batalla. A veces detenía un experimento para recogerlos en esas actividades extracurriculares —ballet o del judo—, y retomaba su tesis por la tarde. Su compañera de laboratorio, Pati, en ocasiones echaba un ojo a sus experimentos cronometrados mientras iba a traer a los niños. Otras veces, los llevaba a los congresos. Iba para todos lados con ellos.
“Patricia, me decía, 'híjole, yo creo que tú nunca vas a acabar tu tesis'". Pero Annie jamás se dio por vencida. Se turnaba con su pareja para ir por ellos a la escuela. Y cuando lograba un momento libre, lo llenaba con clases, pipetas, células, publicaciones.
Y claro, cuando el papá iba por ellos, a veces, —que quede claro—, quienes lo veían le decían: “Qué buen marido tienes”. Eran tiempos en que la paternidad apenas comenzaba a equilibrarse.
“Lo importante”, dice, “es que si no se pudo por aquí, se busque por allá”. A fuerza de constancia —y de un pequeño Renault lleno de niños sin cinturones de seguridad, porque aún no existían—, construyó una carrera mientras criaba.

“La constancia es lo que podría aconsejarle a cualquier persona”.
En aquella época, pocas mujeres podían plantearse retrasar la maternidad para avanzar en estudios de posgrado. No había anticonceptivos. Hoy, Annie —60 años después de haber sido madre— observa cómo sus nietas desarrollan su carrera a los 30, decidiendo si quieren o no tener hijos.
“Hoy la mujer puede tomar decisiones. Antes, no”.
Pero para Annie, el haber combinado desde muy joven su maternidad con su vocación tuvo sus ventajas: ahora disfruta a sus bisnietos.
Y otra ventaja, dice con orgullo, es ver realizados a sus dos hijas y a su hijo: personas de bien, trabajadores, entusiastas por la vida y solidarios.
Aunque las preguntas suelen enfocarse en una de sus hijas, Annie asegura que jamás hace distinciones. A todos los ama por igual y habla con alegría de cada uno.
La desventaja: su posgrado le tomó muchos más años que a sus colegas varones —incluso si ellos también fueron padres jóvenes—. Ellos podían dedicarse por completo a su carrera. Las esposas, no.
Movimiento del 68
Annie no sólo formó científicos. También formó conciencia. En el movimiento de 1968, cuando México ardía en represión, fue una de las representantes de la Coalición de Profesores, que reunió a 72 escuelas.
Fue despedida del Politécnico por apoyar a sus estudiantes. Perdió su beca de doctorado. Perdió cinco años de posgrado. Perdió su cátedra, pero no se rindió. Reemprendió el doctorado en la UNAM y empezó de cero.
“Si no sienten emoción por la biología”, les decía a sus alumnos, “váyanse a estudiar leyes”. Así de claro. Así de apasionada.
Cada etapa de su vida tiene el color de una película. De niña, se enamoró del cine musical en el gran Cine Roble sobre Reforma. Cantando bajo la lluvia era su refugio y se la sabía de memoria.
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Más tarde, llegaron las películas italianas de Fellini, la nueva ola francesa, los debates cinéfilos con grupos encabezados por Monsiváis, la efervescencia intelectual de los 60. Pero siempre, en el centro, una curiosidad feroz por entender y desmenuzar el mundo.

¿Qué se siente ser mamá de Sheinbaum?
Hoy, cuando se le pregunta qué ha sido lo más difícil de ser madre de Claudia Sheinbaum, la primera presidenta de México, responde con la ternura intacta: “Leer algunos tuis. Me da rabia que digan mentiras”.
Porque el orgullo no está peleado con la preocupación. Porque ser madre, aun a los 84, sigue siendo velar desde la ciencia, desde el amor, desde la trinchera de la vida cotidiana.
“Me preocupa que no duerme mucho, porque es muy trabajadora. Y como toda mamá, tú quieres que tus hijos descansen también, que puedan tomarse vacaciones. Pero la verdad, estoy super-orgullosa”.
Y a las mujeres jóvenes, les deja una brújula simple, pero infalible: No se dejen vencer por la adversidad. Sigan. Busquen. Insistan.
Hoy, Annie Pardo llama a las niñas también a soñar con ser presidentas y no princesas.

RM