¿Para qué ahogar nuestra garganta en medio de tanta sordera? Si mi voz muriera en tierra, llevadla a nivel del mar, cantaba Rafael Alberti, poeta perseguido por pensar, publicar, ser republicano.
Sufrió un largo exilio; regresó a su amado puerto de Santa María, para navegar libre sus días finales. Siento la diminuta mano de un niño, sus dedos pequeños, se aferran a los míos para tener seguridad, sonríe, da un paso y otro. Las nubes oscuras, como cuervos, picotean la esperanza.
En una cama de hospital, la amada besa el rostro de su enfermo, no puede regresarle la salud, le pone música, le habla con sus versos y no logra devolverle la lozanía. Siguen las aves negras ronroneando. Se han llevado a padres, hijos, abuelos, hermanos, amigos y en la ventana se mira un crepúsculo dorado.
Entre ir y venir las calles se vacían, el frío regresa, los afortunados nos enredamos entre las cobijas, acrecentamos el estómago y apilamos trastos. Otros, salen a dar a los que nada tienen, fieles a que su mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, y los de dientes bien afilados, buscarán la foto para venderse a la usura de la vanidad. Y el cristal aún tiene un vaho que no permite pasar la luz.
Un perrito espera a su dueña; tiene hambre, sed, frío, no sabe que ella es periodista, y no va a regresar, ignora que su oficio es peligroso, y que su vida terminó enfrente de su casa, a unos pasos de su hogar, a la vista de todo un país.
¿Cuál es el mensaje? ¡Unidad! ¡Unidad! Son arengas desgastadas. Antes, en las protestas se cantaba, se entonaban himnos, se agitaban banderas con frases punzantes.
En medio de este caos de imágenes escucho la voz de Mercedes Sosa con Fito Páez: ¿Quién dijo que todo está perdido? / Yo vengo a ofrecer mi corazón / Tanta sangre que se llevó el río / Yo vengo a ofrecer mi corazón / No será tan fácil, ya sé qué pasa / No será tan simple como pensaba / Como abrir el pecho y sacar el alma / Una cuchillada del amor / Una canción que nos da un aliento espiritual, en medio del dolor. La música es medicinal.
Envío una plegaria hasta el cielo para el ilustre científico Ruy Pérez Tamayo, ilustre tampiqueño orgullo de México. Carpe diem. _
