¿La imagen de la Patria siempre es florida? En septiembre, la casa pobre o rica funde la policromía de México con el corazón, se gritan al unísono los “¡vivas!” Cada año se van agregando más nombres y frases según sea el color político del balcón. En las mesas, los platillos tricolores: tostadas con tomate, queso, aguacate, rebosantes al crujido. El pozole, adornado con lechuga, rábanos, cebolla. La bandera, ondeando en cada rincón del país. Un buen mezcal, pulque, tequila, aún con ley seca y pandemia.
La ciudad de los palacios, el ombligo de la luna, la antigua Tenochtitlán, nunca había visto desfilar un ejército como el de la tarde del 27 de septiembre de 1821. Una columna de 16 mil hombres: caballería, infantería y, al final, los que nombraban “pintos” que estaban comandados por el gran Vicente Guerrero.
Según las crónicas de la época, todo se engalanó; las casas, los edificios se adornaron con flores y pendones que se presentaban de varias formas, y no hubo mujer que no llevara el verde, blanco y rojo en cintas y moños en sus vestidos, blusas y peinados.
Al frente de todos los valientes, iba con sombrero de empanada, su gallardo uniforme: Agustín de Iturbide, quién desvió el desfile del Ejército Trigarante, para que doña María Ignacia, desde su casa de la calle de La Profesa, pudiera admirarlo.
Y la marcha se detuvo por unos momentos; el general desprendió de su sombrero una de las plumas tricolores y se la envió a la famosa Güera Rodríguez, mujer que participó activamente en el movimiento independentista, aportando dinero para la causa insurgente. Admirada por Humboldt, Bolívar, enfrentó al Santo Oficio saliendo ilesa.
Muchos caminos de la historia y nombres anónimos se quedan esparcidos como el polvo, igual las añoranzas, traiciones, venturas. La literatura los va uniendo para deleitarnos con ficción y verdad. Mezclas que cada uno crea a su libre lectura y albedrío.
Nuestra historia es una epopeya mágica, plena de recovecos que la hacen única y chispeante. Con júbilo recuperemos la memoria histórica, para habitar en su alma, en estos primeros 200 años de libertad. Carpe diem. _
