¿Quiénes impiden el brillo de los días? En el horizonte oscuro de la humanidad, hay una mano perversa que teje, manipula, adereza, situaciones para sus fines, sean políticos, económicos, sociales, educativos, y lo que se acumule, como en los pronósticos deportivos. A lo largo de los años ha prevalecido esa misma situación, cual noria, en cada vuelta, van primero, los intereses personales individualistas, antes que el bien común, no importa que sea el medioevo, el renacimiento, el siglo de las luces o nuestros días.
Los goliardos eran unos monjes provocadores, se dedicaban a deambular por la ciudad, escribían poemas satíricos para mofarse de las instituciones y del poder político. A través de sus cantos cuestionaban el mundo. Carmina Burana, es sin duda una eclosión de música y poesía. Muchos afirman que es una ópera, otros aseguran que es el nombre de una mujer, ambas opiniones discordantes. Kart Orff, músico alemán creó una cantata escénica con los poemas de los goliardos, toman nombre y sustancia de un códice del siglo XIII, hallado en un convento en Baviera.
Con su manera de vivir desenfadada y libertina, expresaban en sus versos un profundo malestar hacia el modelo social imperante. Se nos olvida, que los colectivos de cada época, van aportando diferentes maneras de protestar, de alzar la voz, de manifestar su visión de lo que desean del mundo, o inventar en el macrocosmos virtual uno ideal.
La avenida Hidalgo se convirtió en un río morado y verde, niñas, adolescentes, mujeres jóvenes, mayores con silbatos, tambores, mantas, entonaban las protestas de hoy. Los espectadores les aplaudían, salían de los comercios a levantar la mano, a decir con un movimiento de cabeza, que comparten su lucha. Aquí en Tampico, no se rompió ningún vidrio, no hubo heridos, se comieron sus palabras, quién las pre acusaron. “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres, enfrente de gente” se escuchaba una y otra vez. Al finalizar, tomaron la palabra y con nombre y apellido se nombró a violadores, a golpeadores, a los que con su voz encubren su piel de bestias. Y el llanto de la impotencia, porque las denuncias se derriten como hielo. Y no les creen. Catarsis, por tanta violencia que se oculta, en el silencio de las paredes. Carpe diem. _