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Llegó a su fin el modelo de la “esposa tradicional”

La mayo­ría de muje­res en Esta­dos Uni­dos ya no pue­de darse el lujo de quedarse en casa; ha equilibrado su edu­ca­ción respecto a los varones y su par­ti­ci­pa­ción en la fuerza labo­ral es mayor

El fallecido influencer conservador Charlie Kirk fue extraordinariamente influyente. Su esposa, Erika, puede serlo aún más. Me sorprendió verla levantarse, tan solo unos días después de quedar viuda con dos hijos pequeños, y pronunciar un discurso conmovedor perdonando al asesino de su marido. Fue un gesto valiente, pero también me sorprendió, como siempre, la diferencia entre la realidad y la retórica de la esposa tradicional.

Ese es el término técnico que se suele usar para describir a mujeres como Kirk, que por razones culturales o religiosas eligen reconocer a sus maridos como líderes formales del hogar. Como lo expresó en una entrevista con The New York Times: “Es tan difícil articular la belleza de un matrimonio de Efesios 5 cuando realmente tienes un hombre al que vale la pena seguir, un verdadero ejemplo de líder al que admirar. Y yo tenía eso en Charlie”.

En un pacto cristiano conservador de este tipo, la mujer sigue al hombre, pero a su vez es protegida por él, física, espiritual y económicamente. Erika Kirk no necesitaba esto último. Además de colaborar con la organización estudiantil de derecha de su esposo, Turning Point, tenía su propia línea de ropa y vendía bienes raíces para Corcoran, una agencia inmobiliaria de lujo de Nueva York.

En este sentido, tiene algunas cosas en común con otras esposas tradicionales y glamurosas, como Hannah Neeleman, la bailarina de ballet convertida en Martha Stewart rural, quien tiene un próspero negocio propio además de estar casada con el hijo del director ejecutivo de JetBlue, o Katie Miller, la esposa de Stephen Miller, asesor de Trump, quien dejó su trabajo como operadora de Musk en Washington para lanzar un pódcast sobre crianza y bienestar. Es una fantasía doméstica al estilo Kardashian, con peinados fabulosos y maquillaje de ojos ahumados, sí, pero una fantasía al fin y al cabo.

La propia Kirk ha declarado que “la cultura de la jefa es antitética al evangelio” y en una ocasión se sentó junto a su esposo mientras él decía que toda mujer debía “someterse a un hombre piadoso”. Sin embargo, acaba de ser elegida directora ejecutiva y presidenta de Turning Point, que ella se comprometió a convertir en “el acontecimiento más grande que (Estados Unidos) haya visto jamás”.

En este sentido, sigue los pasos históricos de otras mujeres conservadoras —omo Phyllis Schlafly en las décadas de 1960 y 1970, por ejemplo— que forjaron importantes carreras políticas al decirles a otras mujeres que olvidaran el feminismo y la igualdad.

¿Por qué estos mensajes, con sus evidentes contradicciones, resuenan tanto en tantas mujeres? Creo que es porque a muchas de nosotras, y no solo en la comunidad cristiana conservadora, nos puede gustar la idea de que alguien más trabaje por dinero mientras nosotras hacemos mermelada, jugamos con los niños y tal vez diseñamos ropa en nuestro tiempo libre.

Además de ser divertido (al menos por un tiempo), parece menos estresante. Tal como están las cosas, estamos exhaustos de tanto hacerlo. Si bien las horas que las mujeres dedican al trabajo remunerado aumentó en los últimos 40 años, las de los hombres apenas disminuyeron.

Mientras, las mujeres siguen realizando mucho más trabajo no remunerado (tareas domésticas y de cuidado) que los hombres. Si a esto le sumamos las presiones generales de la vida laboral en EU, donde los horarios se volvieron más impredecibles, dos semanas de vacaciones son un lujo y no existe una normativa nacional para los permisos por maternidad o paternidad, se entiende por qué las fantasías en Instagram sobre hornear pan resultan atractivas.

Creo que esta fantasía femenina es similar a la que algunos hombres pueden tener sobre una época en la que había menos competencia laboral. Las mujeres ahora tienen un nivel educativo superior al de los hombres en EU (Erika Kirk tiene varios títulos; su difunto esposo abandonó la universidad). El aumento de la participación femenina en la fuerza laboral superó al de los hombres durante los seis años previos a julio, y las tasas de crecimiento del ahorro y el gasto discrecional de las mujeres también son mayores. También están más dispuestas a aceptar trabajos en ciertas áreas de servicios en auge, como la atención de salud. Algo que es positivo, porque en la actualidad es casi imposible mantener una familia en EU solo con un salario.

Si a esto le sumamos que Estados Unidos es un país con una red de seguridad social relativamente pequeña y en declive, así como un sistema de guarderías que solo funciona para los ricos, tenemos una situación que somete a las mujeres, en particular, a una enorme presión.

Hay un último factor aquí: la mitología puritana estadunidense —ahora convertida en mitología cristiana conservadora— según la cual podemos trabajar o rezar para salir de cualquier situación. Nunca se nos ocurre exigir de forma colectiva una mejor atención de salud o guarderías como precio a pagar por nuestros impuestos (aunque el giro político hacia la extrema izquierda entre los jóvenes puede cambiar eso). Los estadunidenses son más propensos a rezar por la prosperidad que a marchar por mejores salarios.

Entiendo la fetichización del estilo de vida de las esposas tradicionales. Y no creo que sea casualidad que muchas zonas del país donde los mensajes conservadores sobre la “sumisión” femenina tengan mayor resonancia sean aquellas donde existe la preocupación por la pérdida de empleos a causa de la inmigración, o donde existe una base industrial que quedó hueca y cuyo resultado es el de más hombres desempleados, menores tasas de matrimonio, un mayor número de hogares monoparentales e incluso las muertes por desesperación, tan bien documentadas por los académicos Anne Case y Angus Deaton.

Pero tenemos que ser claros: la mayoría de las mujeres en Estados Unidos siguen sin poder darse el lujo de quedarse en casa. Y muchas de las que mitifican este estilo de vida pueden no estar practicándolo. Las fantasías de Instagram no sustituyen el cambio sistémico.


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@The Financial Times Limited 2025. Todos los derechos reservados . La traducción de este texto es responsabilidad de Notivox Diario.

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