El sueño es abrir el cielo para los viajeros diarios y la movilidad personal. Los autos voladores prometen traslados rápidos, grandiosas vistas y una experiencia única de transporte cotidiano, libre del estrés del tránsito por calles abarrotadas.
Estos devículos ya son una realidad, aunque por al menos 10 años seguirán siendo solo “juguetes” para quien pueda pagar entre 300 mil y 400 mil dólares, dicen los expertos.
Unos son drones gigantes, autónomos y eléctricos; otros vuelan como helicópteros pequeños para una o dos personas, capaces de elevarse en vertical y hacer un aeropuerto de cada techo libre. Otros más son un híbrido entre miniaviones y un transformer, que requieren pista para elevarse y aterrizar, y un piloto con licencia.
Varios ya esperan luz verde de países asiáticos o europeos para integrar flotillas de taxis o dedicarse a las entregas de última milla; tienen certificaciones nacionales o internacionales, pruebas de vuelo en fases avanzadas y hasta una tienda online para preventa y apartado.
Solo uno, el holandés PAL-V Liberty, está listo para entregar las llaves a los primeros 90 compradores de su Edición Limitada en 2022. Su modelo de producción fue presentado en el Salón del Automóvil de Ginebra 2018, lo que consideraron “el punto que separa a los pioneros de los soñadores”. Se trata de un vehículo tripulado, terrestre o aéreo, según convenga, con alas desplegables.
Para convertir los cielos del mundo en vías de vuelo libre, aún faltan elementos, por lo que varios países trabajan en su regulación aérea, con miras a desarrollar un mercado internacional en 10 años.
srgs