Cultura

La danza subversiva, una forma de recuperar el espacio público: Juan Hernández Islas

El historiador de arte habló de los movimientos artísticos que surgieron a partir del terremoto del 85 para "transformar las islas simbólicas de refugiados".

La renuncia a la parafernalia escénica y a la comodidad de enfrentarse a un público de una sala de teatro, después del sismo del 19 de septiembre de 8.1 grados que dejó prácticamente en ruinas a la Ciudad de México, significó para los bailarines el enfrentamiento a un espacio inhóspito, al cemento despedazado por la fuerza del movimiento del subsuelo, implicó la posibilidad de enfrentar el hecho creativo en su más profundo sentido humanista: la solidaridad del cuerpo que la danza aterrizó sobre aquellos materiales de construcción convertidos en escombros acumulados en la gran urbe.

Esta reflexión la compartió el doctor en historia del arte, Juan Hernández Islas, al dictar de manera virtual, la conferencia magistral "La descolonización del cuerpo de la danza en el espacio urbano", dentro del coloquio Aproximaciones multidisciplinarias al espacio urbano, cultura visual y material, organizado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El autor del libro Barro rojo, arte escénico (1982-2007): la izquierda en la danza contemporánea mexicana, recordó que con el terremoto del 19 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México los “edificios colapsaron, miles de personas nunca cuantificadas oficialmente, de manera confiable, murieron bajo los pesados materiales de la ciudad, modelo de la modernidad del país. El desastre no sólo provocó pérdidas humanas y materiales, también cambió el imaginario colectivo en el que la tragedia y los escombros se leyeron como un llamado urgente a tomar como propio el espacio común, es decir, el lugar que transitamos cotidianamente en una acción automatizada, la conmoción de aquella mañana trágica y las experiencias subsecuentes, desautomatizaron la percepción para recuperar el asombro como parte de la experiencia cotidiana”.

El especialista planteó que ante la visión aterradora de los cuerpos rescatados algunos con vida y otros lamentablemente no, “los espectadores supervivientes a la tragedia tomaron conciencia del cuerpo del otro y en él su reflejo, refiero ese momento de la historia reciente de México porque encuentro en aquella experiencia uno de los grandes hitos sociales culturales e históricos en los que el ser humano lo es solamente por la conciencia que tiene de su existencia”.

En esta conciencia del ser, agregó, el espacio y el tiempo tomaron el lugar simbólico en el imaginario colectivo, de ahí que la urbe se desvela “ante nuestros ojos asombrados en una especie de espectáculo de belleza siniestra (…) La urbe es el lugar de las batallas cotidianas, territorio público que debe ser habitado con las reglas del orden determinadas desde el poder arrebatándole al ciudadano la posibilidad de constituir la polis para la expresión libre de sus ideas y de sus necesidades más urgentes.

El impulso social se expandió para levantar de nuevo a la Ciudad de México: “pocas veces en la historia hemos sido testigos de la reapropiación del espacio público resignificado por sus habitantes, desautomatizado en acciones distintas a las cotidianas, reflejadas en actos humanitarios de solidaridad. Aunque no fue primera vez que la danza como disciplina artística interviniera el espacio urbano y público, en esta coyuntura del desastre, las acciones de bailarines entre los escombros dejaron de ser una abstracción metafórica de la escena, para convertirse en una victoria en la recuperación del afuera en el ámbito de la tragedia”.

El también periodista y crítico de las artes escénicas, con más de tres décadas de trayectoria, indicó que el cuerpo de la danza que dio nombre a esta ponencia “no es la del bailarín, sino la de un arte de la comprensión del mundo y de la condición humana, que transforma el entorno con un concepto que llamaremos la poética de lo cotidiano, que le da nueva conciencia al movimiento del universo y ofrece al ser humano la posibilidad de posicionarse dentro de ese enorme fenómeno. Una vez que la acción creativa de la danza en los espacios públicos de la urbe transformara las islas simbólicas de la ciudad por los grupos de bailarines que tomaron los campamentos de refugiados del terremoto del 19 de septiembre de 1985”.

La urbe, como en muchos otros momentos de la historia, destacó, fue el espacio de la discordia, salir a conquistarla una y otra vez, formó parte del acto liberador del cuerpo que conquistó el espacio público para la expresión y la discusión de los asuntos esenciales del humano. La ciudad como escenario es la conclusión de la acción liberadora del cuerpo que se manifiesta con el poder del movimiento del arte, de la danza, acción subversiva en cada acto de rebeldía.

Ante las preguntas de auditorio virtual, el historiador del arte aclaró que no es lo mismo la espontaneidad de los creadores y bailarines en el 85, pues su danza en la calle era todo un acto de rebeldía y de apropiación del espacio público. En la actualidad muchos bailarines que van a la calle, en general lo hacen porque van con un programa de una institución, y al estar programados pierden toda su posibilidad de ejercer una implicación política subversiva.

PCL

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Leticia Sánchez Medel
  • Leticia Sánchez Medel
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  • Reportera cultural, cursó la maestría en Periodismo Político, es autora de tres libros sobre la historia inédita del Cervantino.
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