Con su Stradivarius de 1716 entre las manos y acompañado al piano por Julien Quentin, David Garrett hizo sonar a compositores como Sarasate, Kreisler, Bazzini, Wieniaswski y Tchaikovski en un concierto que engalanó anoche el escenario del Palacio de Bellas Artes.
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Cerca de las ocho de la noche, en el escenario brillaban las luces violetas y amarillas. Al centro, un piano dispuesto anunciaba que el espectáculo estaba por iniciar. Una lluvia de aplausos rompió el silencio abismal mientras los músicos subían al escenario.
Vestido con un traje casual y una cálida sonrisa, Garrett agradeció el recibimiento y anunció la Sonata para violín y piano en La mayor, de Franck. La noche siguió con la limpia ejecución de obras como Romanza andaluza, Rondino sobre un tema de Beethoven, Marcha de la ópera, La Capricieuse, Recuerdos de un lugar añorado, El vuelo del abejorro y otras más, las cuales Garrett acompañó relatos de los momentos de su vida en los que aprendió a tocar las obras.
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Protagonista del filme de Bernhard Rose, El violinista del diablo, Garrett desbordó el talento que el año pasado mostró en el Auditorio Nacional para hacer lo que él define como “buena música”, más allá de la distancia que existe entre lo clásico y el rock o el pop.
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En su concierto del año pasado, su repertorio incluyó temas de películas hasta canciones de Led Zeppelin, con un público más bien estruendoso que le lanzaba piropos y silbidos. En Bellas Artes, en cambio, fue solamente un dueto discreto pero emotivo con Quentin. En ambas experiencias los espectadores vivieron y expresaron su pasión por la música.
En medio de una ovación de pie, Garrett y Quentin abandonaron el escenario, pero al escuchar los vítores del público regresaron a escena para tocar una pieza más.
Los conciertos de David Garrett en el Palacio de Bellas Artes continuarán hoy a las 19:00 y el próximo lunes a las 20:00.
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