El Museo Nacional de Colombia en Bogotá presenta la exposición Todos somos migrantes. Una frontera es todas las fronteras, curada por Susana Quintero Borowiak.
El proyecto reúne a Camilo Barboza Soto (México), Jhafis Quintero (Panamá) y Luz Adriana Vera (Colombia), tres artistas que han convertido la experiencia migratoria en el centro de sus obras.

“Estoy muy honrado de que mi trabajo se muestre en uno de los espacios más importantes de Colombia; es una oportunidad para que la obra alcance una audiencia más amplia y reafirme la importancia del arte como medio de comunicación y transformación social”, dice Barboza.
La muestra surge de un proceso iniciado en 2019 en el Museo Casa Natal del General Santander, en Villa del Rosario, Colombia, un territorio marcado por el tránsito y el desarraigo. Desde entonces, el proyecto ha conectado memorias y territorios para situar al espectador frente a la migración como experiencia íntima y colectiva.
Nacido en Maracaibo, Venezuela, y nacionalizado mexicano en 2024, Barboza se ha convertido en una de las voces más potentes del proyecto. Su trayectoria en Todos somos migrantes comenzó en 2018 al ganar la convocatoria Cajas Resonantes con El barro de la tierra, un trabajo colaborativo con refugiados venezolanos y víctimas del desplazamiento armado.
El cráneo, la línea y la memoria del desarraigo
De aquella experiencia inicial surgió Cráneo y línea (2019), pieza emblemática incluida en esta exposición. Se trata de un videoperformance realizado en el Puente Internacional Simón Bolívar, en la frontera colombo-venezolana. En la acción, Barboza porta un cráneo de yeso con el que traza una línea imaginaria: un gesto que convierte la frontera en un espacio de duelo, pero también de encuentro.
“El cráneo representa a todos los individuos que han emprendido este arduo viaje; la línea simboliza las rutas invisibles que conectan culturas y comunidades. La migración es una experiencia profundamente humana, más allá de las estadísticas”, reflexiona Barboza.
Su experiencia personal de migración influye directamente en su práctica artística: “Refleja un diálogo entre mis raíces venezolanas y la riqueza cultural que he absorbido en México, quiero que el espectador comprenda que la migración, aunque desafiante, enriquece y transforma nuestras perspectivas”.
Radicar en México ha marcado su lenguaje artístico, ampliando sus posibilidades de expresión y su comprensión del desarraigo. Para él, el país ofrece un contexto histórico y cultural que permite abordar la migración no solo como pérdida, sino también como crecimiento y transformación.

Para Barboza, la memoria es clave: “Permite reconocer que el desarraigo no es solo ruptura, también es oportunidad para crear nuevas pertenencias”.
Su mensaje para que los migrantes que se reconozcan en su obra es claro: “Su historia es una lección de perseverancia y adaptación. No están solos en su viaje, hay muchas manos dispuestas a acompañarlos hacia un futuro más prometedor”.
Migración, memoria y transformación
La exposición también incluye Segunda piel: Todos somos migrantes en esta vida (2024), de Jhafis Quintero, una acción colectiva en la que mujeres, jóvenes y niños migrantes escribieron sus palabras y dolores sobre una piel desprendible que, al elevarse, se transformó en un acto de liberación y resistencia.
La colombiana Luz Adriana Vera propone Escuchar la frontera (2025), un proyecto performativo y sonoro que convierte el Puente Simón Bolívar en una cartografía afectiva. Con un dispositivo de escucha fabricado con materiales locales, la artista caminó en línea recta registrando los sonidos de la vigilancia, el cansancio y la solidaridad que habitan ese espacio. Dibujos, fotografías y el propio dispositivo forman parte de la instalación.
Con esta perspectiva, Todos somos migrantes. Una frontera es todas las fronteras se convierte en una plataforma para pensar el presente desde la empatía y la memoria compartida. Como resume Barboza en una sola palabra: transformación.