El abandono, los insultos y golpes son algunas de las expresiones más claras del maltrato a los adultos mayores. Aunque también existe otro extremo, donde los actos son tan sutiles que, incluso, se manifiestan bajo una máscara de “amor”, “cuidado” y “respeto”: la infantilización.
Por supuesto, hablar y tratar con cariño a nuestros abuelos, abuelas o cualquier persona mayor no está mal; y tampoco lo será estar al pendientes de su bienestar y ayudarlos cuando lo necesiten. El error está cuando ese buen actuar se basa en estereotipos o bajo la equivocada idea de que “vuelven a ser niños”.
¿Qué es la infantilización?
Infantilizar a las personas mayores en uno de los “formatos” del edadismo (la discriminación por edad).
Como su nombre lo refiere, la infantilización es el acto de tratar a un adulto como un niño, aún si su bienestar físico, mental y emocional no lo requiere.
Y si bien es un fenómeno que también ocurre con otras poblaciones (como las personas con discapacidad, embarazadas o adolescentes), en la gerontología se percibe como una de las formas más comunes de maltrato psicológico.

Es innegable que el envejecimiento implica perder ciertos aspectos de la movilidad, cognitivos y sociales. Pero esto no necesariamente convierte a los mayores en personas pasivas ni improductivas.
Por mencionar un ejemplo, un estudio de El Colegio de la Frontera Norte identificó cuatro tipos de envejecimiento: el ideal (donde hay una completa capacidad de realizar las actividades básicas e instrumentales de la vida diaria), activo (con alguna enfermedad, pero buen estado de salud), habitual (con una ligera incapacidad funcional que no les genera dependencia) y patológico (salud deteriorada y usualmente dependientes de terceros).
Por esa razón, asumir que todo adulto mayor debe ser tratado de tal forma “que entienda”, o “que no se le dificulte” o “que sí pueda hacerlo” es un acto que deriva del edadismo, al reforzarse el estereotipo de que la vejez es una época negativa donde se pierde más de lo que se gana.
Esto, señala el psicólogo, Emmanuel Villavicencio, a MILENIO, provoca que “las ideas o mensajes que van viendo son del tipo ‘ya no sirvo’, ‘ya no produzco’, ‘ya no tengo capacidad’ o ‘me tienen que cuidar o mantener a partir de ahora’”. Mientras en sus familias y cuidadores se genera una necesidad de sobreprotegerlos excesivamente.

Aunado a ello, el psicogerontólogo, Elizeth Altamirano López, señaló que en el caso de México todavía predomina la cultura del asistencialismo, la cual impide a las y los adultos mayores continuar con su desarrollo; con la búsqueda de oportunidades; la exploración de nuevos hobbies; el cumplimiento de objetivos, etcétera.
“Seguimos dándole todo lo que nosotros creemos que ellos necesitan, sin detenernos a pensar qué realmente necesitan”, señaló en una entrevista para MILENIO.
O en otras palabras, no se les reconoce como seres autónomos ni aptos de valerse por ellos mismos, cuando, en la mayoría de los casos, aún son plenamente competentes.

Elderspeak: hablarles como niños
Además de la sobreprotección y el trato paternalista, la infantilización de las personas mayores también se manifiesta a través del lenguaje y el tono de voz. En el mundo anglosajón, se le refiere como el elderspeak, aunque en el español también se le conoce como el habla edadista o infantilizadora.
Sus principales características son el exagerado uso de la entonación y el volumen, así como un vocabulario sencillo— “rayando” en lo infantil— y velocidad lenta al hablar. Al igual que otras formas de edadismo, esta forma de comunicarse se efectúa asumiendo que la persona mayor tiene deficiencias en su capacidad auditiva y cognitiva.
Otras características del habla infantilizadora
- 1 Alteraciones en el ritmo, tono y volumen
- 2 Simplificación de oraciones largas y complejas
- 3 Vocabulario limitado y simple
- 4 Repeticiones no requeridas
- 5 Diminutivos sin permiso
- 6 Tomar decisiones sin consultarlas previamente
- 7 Preguntas que encierran en sí mismas las respuestas
Aquellas personas que no cumplen con el estereotipo de la vejez pueden encontrar molesto y discriminatorio esta reconfiguración del habla.
Quizá algunas se atreverán a rectificar o solicitar “que se les hable bien”. No obstante, estudios han identificado que, en otros casos, esta práctica daña el autoestima del adulto mayor a tal grado que, poco a poco, “acepta” ser tratado como alguien olvidadizo o que se confunde con facilidad.
Asimismo, al no ser una medida requerida, disminuye la posibilidad de comprensión del mensaje. Por ejemplo: hablar lentamente afecta la retención posterior de la información, o la entonación que se le da a una instrucción puede hacerla sonar como pregunta y, por ende, resultar confusa para la persona.
¿Cómo evitar la infantilización?
El respeto, la paciencia y la consideración son tres pilares de la comunicación con las personas adultas mayores. Mismo caso con la dupla escuchar-preguntar, la cual permite conocer sus intereses, sus propósitos y las circunstancias en las cuales requieren o no de nuestra intervención.
Pero no sólo basta con respetar sus gustos, también es recomendable fomentar su independencia ofreciéndole opciones e involucrándolos en actividades que disfruten, siempre y cuando esté en sus posibilidades. De ese modo, se fomenta su capacidad para la toma de decisiones cotidianas y refuerza su rol dentro de la comunidad.
ASG